Road Trip en Francia – parte 3

Road Trip en Francia – parte 3

Nos encontramos en la tercer y última etapa del viaje que hice hace un tiempo con mi marido por Francia. Recorrer 1536 km de rutas laterales y caminitos nos hizo ver un país diferente, alejado del clásico turismo, y poder crear nuestro propio itinerario.

En Bordeaux retomamos el auto para andar los últimos 900 km, pero a esta altura cualquier road trip puede hacerse pesado. Abrir y cerrar la valija todas las noches en un hotel diferente, seguir un plan… Hay que ejercitar el buen humor, diversas formas de entretenimiento, y no perder la capacidad de asombro ante cada nuevo paisaje. Así que… Salimos de Bordeaux a media tarde con destino a Tours, y después de recorrer una carretera con muchas volteretas, bosques, lluvia, sol y campo, llegamos a una ciudad a la que vale la pena dedicarle algún tiempo de paseo.

 

 

La parte antigua de Tours es realmente vieja, y es admirable como han mantenido las casas que mejor representan su arquitectura. Esos pequeños edificios de dos o tres plantas, con ladrillos y vigas de madera atravesadas se encuentran por todas partes y son mayormente usados par albergar restaurantes y comercios. Obviamente nos metimos en uno a cenar, y con la musiquita típica, el aroma a comida invernal y el murmullo de las conversaciones en francés, no pudimos pedir una experiencia más «à la française».

 

 

Visitar Tours y pasear por La Loire nos fue metiendo en ambiente para conocer uno de los castillos por los que este valle es famoso: Château d’Azay-le-Rideau. Manejamos 26 km al sudoeste de Tours y lo encontramos rodeado de un pueblo bastante pintoresco.

 

 

Cuando llegamos al castillo vi que estaba construído sobre un río, el Loira pensé, pero no… Está sobre el Indre, uno de sus afluentes. Nuestra visita a fines del invierno no nos permitió apreciar al máximo sus jardines, pero igual se lo veía re bien cuidado. Una de sus vistas más famosas es la del reflejo que hace en el río. Hete aquí lo que pudimos ver ese día:

 

 

Espectacular de todas formas!!

Como el castillo no es tan grande, la visita tomó menos de dos horas y seguimos viaje a nuestro siguiente destino: Amboise, para dormir. Jaja, no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar! Esta ciudad tiene tanto que no sé por donde empezar: su propio gran castillo, otro más chico en donde vivió Leonardo da Vinci (él murió acá), un divino paseo estilo rambla sobre el río Loira, muchos negocios divinos, arquitectura antigua muy bien mantenida… Se suponía que íbamos solo a descansar y nos terminamos quedando mucho más!

 

 

 

 

 

Esa mañana, mientras desayunábamos en el hotel, estábamos indecisos acerca de cuál castillo visitar ese día (hay 20 principales y la elección puede ser difícil). Le preguntamos a algunos lugareños y todos sugirieron ir a Chenonceau, que es uno de los más famosos, si no el más.

Cuando llegamos no pudimos creer lo que era! No sólo por la majestuosidad del castillo, sino principalmente por lo bien cuidado que estaba. Cada salón tenía enormes arreglos florales hechos con lo plantado en sus jardines, muchas de las inmensas chimeneas estaban encendidas, todo estaba inmaculadamente limpio, las ollas pulidas, los vidrios impecables… Es un divino paseo por el que vale la pena hacer algunos kilómetros.

 

 

 

 

 

 

El castillo es impresionante, y no hay que perderse los jardines junto con el área que antiguamente servía para mantener su funcionamiento: jardín de flores para los arreglos de la casa, huerta de vegetales para la cocina, cochera (con un pequeño museo de antiguos carruajes hasta un Bentley de modelo clásico), carpintería, etc, etc, etc,.. La lista es infinita y es increíble pensar que todo eso estaba en funcionamiento 24/7 para mantener el castillo en perfecto estado.

 

Una de las casas en la zona «de mantenimiento»

 

Verduras plantadas en el «potager» del castillo

 

Bodega privada del castillo

 

Tristemente hubo que dejar tan lindo lugar y, noche de por medio en la ciudad de Blois, salir rumbo a Paris.

La llegada a destino fue una odisea. Íbamos a devolver el auto alquilado a dos cuadras del hotel, perfecto para no tener que acarrear demasiado las valijas. Cargamos el tanque de combustible a full en la primer estación que vimos entrando a Paris y nos faltaban recorrer 2 km hasta la oficina de la rent-a-car. Fueron los kilómetros más largos de nuestras vidas! Sólo ahí entendimos porqué todo el mundo prefiere la moto, la bici, el metro,… Todos los autos, taxis, ómnibus y camionetitas turísticas se iban tirando a los cruces sin aviso previo, sin atención a semáforos rojos o verdes. De repente teníamos verde para cruzar pero no podíamos avanzar porque teníamos 20 autos cruzados por delante. Pero lo peor eran los turistas que se tiraban a cruzar la calle cual suicidas, mirando el mapa sobre la cara, para que uno tuviera que clavar el freno y maldecir bien fuerte, eso sí, en francés. Tarde nos enteramos que ese día había gente volviendo de sus vacaciones…

Cuando finalmente llegamos a entregar el auto nos dicen «pero señor» faltan 8 litros de combustible!». Hubo que morderse la lengua para no contestar, pero…. Oh lá lá… Pariiiiii

 

 

 

Y así finaliza un gran viaje que pudimos completar en apenas una semana. Pudimos ver mucho, quizás no muy profundamente, pero ahora tenemos un gran pantallazo de las lindas zonas que visitamos. Quizás en algún momento podamos volver… Lo vale!